miércoles, 14 de diciembre de 2011

Yo quiero morir

Dejar de respirar supone saber si hay vida tras la muerte, o sea no hay muerte, o simplemente no saberlo y acabar de manera inconclusa pero rápida con la incertidumbre.
Que el corazón deje de bombear sangre supone además de la muerte física y psíquica de la persona, la muerte de la duda epistemológica que nos persigue desde que dejamos de morir por primera vez, es decir, desde nuestro nacimiento.
Pero volviendo a lo primero, morir significa dos cosas: morir o vivir. El primer significado es el que presume que en el momento en el que se produce la parada cardíaca que anuncia nuestro fin físico también se produce el fin psíquico. Nada ocurre después, dejamos de existir y no somos conscientes de este hecho (o su contrario). El segundo significado, el que recela que la muerte física del ser humano no supone la muerte psíquica y la conciencia sigue activa, puede adoptar infinitas formas. Tantas como personas dispuestas a elaborar nuevas teorías acerca de lo que acontece tras el último sueño.
Al ser la muerte algo sobre lo que carecemos de información fiable y contrastable, el acto de dotar a una teoría en particular de la probabilidad de ser más cierta que las infinitas restantes es un acto de fe ciega. Un acto de la misma calaña cometeríamos al creer que lo que se produce es la muerte en su primer significado. Afirmar algo o asegurar la veracidad de una hipótesis es aportar a nuestras palabras dudosa credibilidad. Entonces podríamos decir que todo lo imaginable es igual de probable. Esta última oración trae consigo un problema puesto que podría significar que la probabilidad de que la muerte suponga la muerte completa es la misma que la probabilidad de cada una de las infinitas teorías decibles que suponen que la muerte no es total. Y es que lo cierto es que la suponible muerte total (que entraña a la vez que la física la psíquica) se caracteriza por tener una cierta lógica científica al ser ley el hecho de que el riego sanguíneo que alimenta nuestro cerebro que a su vez hace activar nuestros pensamientos y en un fin último nuestra conciencia, por lo que, a priori, podría entenderse esta posibilidad con mayor trascendencia las restantes.
Alcanzar este estado es algo que ansío. Así, averiguaré si en mí se produce además de la muerte física, la psíquica, y a su vez, si morirá al fin esta duda existencial que reside en mí. Fallecerá bien porque alcanzaré un estado de muerte completa e inconsciencia plena bien porque me reconduciré a otro lugar en el que podré reflexionar sobre lo que ha ocurrido.